Esta es una obra fascinante, una de la cumbres de la historia de la pintura. Yo tuve la suerte de verla un 11 de septiembre del año 2006, un tiempo entre los exámenes de septiembre y unas clases que aún no comenzaban tan pronto como ahora. Fue un viaje rápido, de pocos días, muy raro, en el que no estaba dispuesta a volverme de Bélgica sin haber visto el Altar de Gante. El curso pasado, en el puente que fue posible para el 9 de octubre de 2017 volví a verla de nuevo, en una situación casi surrealista que me gustaria contar en alguna ocasión, aunque en mi otro blog.
El Poliptico del Cordero Místico lleva pintado más de medio milenio. El soporte es tabla de madera y la técnica pintura al óleo. No es un edificio de piedra y sin embargo ha sobrevivido a casi todo: a los cambios de moda que lo podían haber retirado, a los ataques iconoclastas de los calvinistas en el siglo XVI que destruyeron tantas obras de los primitivos flamencos, a las guerras napoleónicas y su expolio, a ser separadas sus tablas y vendidas a diferentes coleccionistas, a la pacatería del siglo XIX que «vistió» a Adan y Eva, a ser moneda de cambio en el Tratado de Versalles, a la Segunda Guerra Mundial tras ser robado por los nazis. Solo una tabla, la de los Jueces Justos, fue robada en 1934 y nunca ha sido recuperada.
En la hoy Catedral de San Bavón de Gante, no está ubicado ya en la capilla para la que se pintó. En ese lugar hay una copia de la que yo hice unas fotos borrosas y que podéis ver en las diapositivas. Una copia que se usa para explicar el contenido del políptico. Está en un lugar aparte, en otra dependencia de la iglesia, un lugar para él solo, en el centro de la sala, cubierto por una urna de cristal blindado y con una iluminación adecuada para que no se deteriore. Ahora ya no hay que esperar a que en ciertas fiestas esté abierto, porque lo puedes rodear y verlo por ambas caras. Hay que verlo en silencio y dejar las palabras para la copia o para otros momentos. Frits van der Meer, historiador del arte holandés decia de ella:
El contenido iconográfico de las tablas, por mucho que fascine, solo despierta pensamientos laterales. La gran obra de arte no nos pide nada; edificará y siempre elevará a la mayoría de los espectadores, a todos les gusta, su presencia genera una felicidad radiante y eso es suficiente.
En el enlace que está a continuación podéis ver el Altar de Gante como no es posible verlo cuando estéis delante de él. Las fotos en altísima resolución nos permiten ver los más mínimos detalles, aquellos que Hubert y sobre todo Jan van Eyck pintó sabiendo que no podrían ser apreciados por el ojo. Es una obra al mismo tiempo fin de una época, pues en ella está todo a lo que pudo llegar la pintura gótica, ese Otoño de la Edad Media del que habla Johann Huizinga. Jan van Eyck sigue siendo un hombre de la Edad Media, en que el hombre aún no es centro del cosmos, pero al mismo tiempo la obra es tan única y su síntesis de la pintura gótica tan magistral, que ejerció una influencia enorme, y obligó tanto al propio Jan van Eyck como a otros pintores a abrir otros caminos. En ese sentido como dijo otro historiador, el americano Millard Meiss, no es un otoño sino una primavera.
El Altar de Gante
Esperemos que nos deje verla un poco Lliurex y el anticuado navegador.